El aroma de la rosa,
la noche de terciopelo,
y destellos en tu pelo,
y tu luces tan hermosa.
Las manos entrelazadas,
los pasos dejando huellas,
en el cielo mil estrellas,
dos almas enamoradas.
Una parada y el beso,
siempre el gusto de la miel,
la tersura de tu piel,
pleno estado de embeleso.
Y ese lago confidente,
que yo conocí contigo,
es compañero y testigo,
de este querer trascendente.
Edgar
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