Hoy quiero hablarle de una sustancia que sin duda usted conoce.
Le adelanto algunos datos:
- Está presente en los venenos para ratas y cucarachas.
- Fue utilizada en los campos de concentración nazis para “neutralizar” a los prisioneros, ya que provoca graves trastornos psíquicos.
- Su nivel de toxicidad es equiparable al del arsénico, el mercurio o el plomo.
- Es uno de los componentes de gases neurotóxicos como el sarín, que se usó en 1995 en el atentado del metro de Tokio.
- Es el elemento más electronegativo y reactivo de toda la tabla periódica.
Si quiere más información, le diré que su símbolo químico es F… ¡y que usted lleva toda la vida cepillándose los dientes con él!
Lo ha adivinado. Efectivamente, estamos hablando del flúor.
Históricamente ha sido considerado como el mejor amigo de los dientes, pero desgraciadamente oculta mucha letra pequeña.
El tema es lo suficientemente inquietante como para que siga leyendo con detenimiento.
El flúor se introdujo en la composición de los dentífricos en la década de los 50 del siglo pasado, dadas sus supuestas propiedades contra la caries y a favor del esmalte y el blanqueamiento dental. Y desde entonces lo venimos utilizando varias veces al día, siguiendo las recomendaciones de odontólogos, instituciones y laboratorios.
Sin embargo debe saber que su aporte excesivo puede ser muy perjudicial para su salud.
Los riesgos de la fluorosis
La fluorosis es una enfermedad ocasionada por un exceso de flúor en el organismo. Los riesgos no son solo para los dientes, sino que también provoca lesiones del sistema nervioso central, malformaciones congénitas, trastornos cardíacos y psíquicos…
La acumulación de flúor puede conllevar una pérdida en la estructura mineral de los huesos, ya que el flúor pasa a ocupar el lugar destinado al calcio en el organismo. Son muchos los problemas que de esto pueden derivarse, como la osteoporosis o la degeneración acelerada del organismo.
Está claro que los riesgos existen. Así, la European Academy of Paediatric Dentistry (EAPD) desaconseja el uso de fluoruros en niños menores de 4 años, e insta a los padres a vigilar cuidadosamente al niño durante el cepillado para evitar el riesgo de ingestión.
Y según un estudio del grupo independiente Cochrane los niños de 10 a 12 años que tomaban una suplementación de flúor, una práctica corriente desde la década de 1970, sufrían una pérdida de superficie en los dientes definitivos del 24%.
Marcos Vélez